Consolación del Sur, octubre 27 de 1959
Srta. Lucía González
Holguín
Lucía:
Hace un rato llegamos aquí y una de las primeras cosas que hice fue ir al correo para buscar tu carta; al leerla me alegró el saber que estás bien. Yo estoy bien, gracias a Dios.
Pues mi amor, no sabes los deseos que tenía de recibir carta tuya, pues desde San Cristóbal no recibía alguna. Por cierto que aquélla me desconcertó un poco, porque estaba un poco turbado y al ver que me escribías poco y medio brava; no dejaba de pensar cuál sería el motivo de ello.
Ahora, a recibir ésta, veo todo lo contrario; me escribes bastante y te muestras contenta esta vez, hasta me hiciste reír leyéndola. Sobre todo me alegra saber que yo no tuve la culpa de tu braveza, o por lo menos no fue culpa grave, pues lo de la tinta y el saludo no le encuentro gran importancia, a menos que tú quieras ver en ello confirmación a las sospechas que a veces te asaltan. ¿Será posible que habiendo dado un viaje tan largo no hayas dejado detrás esas malas dudas? Si es verdad que hasta Oriente las llevaste, que no se te ocurra traerlas cuando vengas de nuevo. Perdóname si mi juicio es injusto, pero creo que no me equivoco, porque esa frase de que “tu amor es incomprensible” me hace pensarlo, y además la poesía escogida es la indicada para dedicarla al ser amado que no nos corresponde. Fíjate bien que uno de los renglones dice: “pues aunque tú no me quieras, yo te adoro“. ¡Y piensas que yo creí que de verdad aquellas sombras habían pasado de tu corazón!
Bueno mi Lucía, no te voy a regañar más. Dile a Luis que no te mortifique más, que eso no llegará a suceder; entre nosotros no habrá gobernantes ni gobernados, sino esposos comprensibles que nos ayudaremos mutuamente.
Según me dijo Jorge, él te va a escribir, y dejo a su cargo la descripción de las cuatro o más pelusas.
No sabes que la noticia de las toallas me agrada; yo tengo dos pesos guardados para comenzar a comprar algunas boberías también. Si no las he comprado ya es porque no se pueden llevar paquetes en la máquina, y para comprar y dejar guardado, es mejor cuando estemos en una iglesia más céntrica, como la de La Lisa, por ejemplo. Mándame a decir cuáles son las cosas más necesarias o cuáles son las que de verdad debemos comprar primero.
Los zapatos ya los tengo, gracias a Dios; los compré en Pinar del Río, en El Encanto, y de ellos le debo uno a María. ¡No sabes cuánto le agradezco su buena obra!
Recuerda que una vez me prohibiste que te dijera que yo soy seco. Ahora yo te prohibo que me digas que me canso de leer tu carta ¿Tú crees que eso sea posible?
Pepe te manda recuerdos; dice que él sabe que ya no es aquel Pepín que estaba con ustedes antes, que no te escribe ahora porque no tiene deseos. Eso me dijo él, pero es que está medio malo otra vez. Los demás todos te saludan.
Le das recuerdos a Luis, Agustina, Orestes, Elvio, así como los demás hermanos; muy especialmente a Ángel y Blanca; diles que aunque yo no les escriba no dejo de recordarlos frecuentemente y considerar lo bien que me atendieron cuando yo me enfermé en ésa. Dale recuerdos igualmente a Julita Jackson y a su mamá; diles que siento de verdad la muerte de su padre.
A los demás hermanos un fraternal saludo. El saludo fraternal lo repartes todo a los demás, y para ti no dejes ningún pedazo, pues el tuyo no es simplemente amor de hermanos; nuestro amor no es como el de dos unidades que esperan ser unidas por afinidad, siendo el de una sola unidad que ansía unir sus dos mitades.
Me despido de ti cristiana y amorosamente. Tu novio,
Ventura Luis.
Nota: Pongo nuevamente para despedir esta frase porque el amor entre cristianos, sean estos novios, esposos, etc. es amor cristiano también.
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